La semana pasada se produjo una paradoja intrigante en los mercados bursátiles. A pesar de que el gobierno federal permaneció cerrado por segunda semana consecutiva, los principales índices escalaron sin cesar, con el S&P 500 subiendo un 0,58 % el miércoles para cerrar en 6.753,72, mientras que el Nasdaq Composite avanzó un 1,12 % para terminar en 23.043,38, ambos alcanzando nuevos máximos históricos. Esta resistencia dice mucho sobre dónde reside actualmente la confianza de los inversores: no en la capacidad de Washington para funcionar, sino en la promesa duradera de la inteligencia artificial y la perspectiva de una continua flexibilización monetaria.
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