
Ana fue una mujer sabía que oró, esperó, confió, y obró de acuerdo a lo que creyó mejor para ella y su hijo, y se lo entregó a Dios, tanto en oración como físicamente.
“Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová. Y adoró allí a Jehová.”
Tuvo sus prioridades correctas y benefició grandemente a su hijo, y a toda una comunidad por medio de él, siendo un hombre de Dios.