
«La tierra ha dado su fruto, nos bendice el Señor nuestro Dios».
(Salmo 66,7)
Una «herramienta» al alcance de todos para superar tantas crisis y momentos dolorosos es bendecir.
En el lenguaje de Israel, no es una expresión ligada al culto: es una aclamación de saludo, de congratulación y de augurio, que surge espontánea cada vez que en la vida cotidiana se experimenta la acción de Dios. Es exclamación de reconocimiento y de admiración ante las obras que Dios realiza y que experimentamos en nuestra vida cotidiana.
En el origen del concepto hebreo de la bendición esta el termino hebreo “barak”, que hace referencia a la abundancia, porque cuando Dios bendice, la vida florece y se multiplica.
La vida es bendición de Dios, aunque pasemos por momentos o situaciones de oscuridad.
En realidad, el único que puede dar la bendición es Dios, y el ser humano, su reconocimiento.
Jesús pide a sus seguidores que bendigan siempre, también a los enemigos. Bendiciendo a Dios, no solamente lo estamos alabando, sino que le estamos pidiendo que su influjo llegue a nosotros y también a esos «enemigos de la vida», a toda la tierra... recibiendo su bendición habrá fruto. Por la bendición se establece entre Dios y sus criaturas una relación de filiación, de reconocer que Él es la Fuente de la cual brota la vida.
El signo mas alto de la bendición es lo acontecido en María, la Bendita..., que dio a la humanidad el Bendito el fruto (Lucas capítulo 1, versículos del 42 al 45). Con María recibimos el fruto mas grande y mejor de la bendición de Dios, Jesús, que sigue con su presencia operando en medio de nosotros y dentro de nuestra historia, aun con sus penas y sufrimientos. La bendición se revela sobre todo, en la fecundidad y en la vida; en María aparece la Vida por excelencia, que suprime la aridez y la muerte de la tierra. Sigamos adelante con esperanza, creatividad y bendiciones.