
En 1692, el pequeño pueblo de Salem, Massachusetts, fue el escenario de uno de los episodios más oscuros y aterradores de la historia colonial estadounidense: los juicios de las brujas de Salem. Todo comenzó cuando dos niñas, Betty Parris y Abigail Williams, comenzaron a comportarse de manera extraña, sufriendo convulsiones y hablando en lenguas ininteligibles. Sin explicación médica, los habitantes puritanos del pueblo atribuyeron estos síntomas a la brujería.
A medida que el miedo se propagaba, las niñas acusaron a varias mujeres del pueblo, entre ellas Tituba, una esclava caribeña, de practicar magia negra. Las acusaciones desencadenaron una ola de pánico que llevó a que más de 200 personas fueran acusadas de brujería. Las autoridades utilizaron pruebas espectrales, en las que las supuestas víctimas decían haber visto los espíritus de los acusados, para condenar a 20 personas a la horca.
El pánico se extendió rápidamente, afectando a personas de todos los niveles sociales. Las ejecuciones en Gallows Hill y la muerte de Giles Corey, aplastado bajo piedras por negarse a declarar, marcaron un punto álgido en la histeria colectiva. Solo cuando prominentes figuras comenzaron a ser acusadas, el gobernador de Massachusetts intervino, disolviendo el tribunal que presidía los juicios.
La caza de brujas de Salem es un recordatorio duradero del peligro del fanatismo, la superstición y el poder destructivo de la histeria colectiva, convirtiéndose en uno de los relatos más espeluznantes de la historia.