
El 1 de julio de 2018, Gurcharan Singh salió de su casa en Burari, India, para dar su habitual paseo matutino con su vecino. Al ver que Lalit Chundawat no aparecía, lo fue a buscar. Lo que encontró en la casa de los Chundawat quedó grabado para siempre en su memoria: los 11 integrantes de la familia estaban muertos. Diez de ellos, de tres generaciones distintas, colgaban del techo. Tenían los ojos vendados, las manos atadas y la boca tapada. La otra persona, una mujer mayor, se encontraba en un rincón de la habitación; había sido estrangulada.