“Eres una sucia y una promiscua”. Aquella cantinela, dirigida a la adolescente Sylvia Likens y repetida sin cesar por su niñera Gertrude Baniszewski, siempre iba acompañada de múltiples golpes. Durante los días que estuvo bajo su tutela, la mujer le propinaba terribles palizas hasta dejarla inconsciente. No lo hizo sola, se valió de la ayuda de sus hijos y de algunos vecinos también menores para abusar de la víctima.