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EL AUTOBÚS EQUIVOCADO

Hace algún tiempo tuve que viajar de emergencia a firmar unos documentos que cerraban el ciclo de un año de negociaciones para la compra de una propiedad. Luego de mucho trajín (pues no había boleto aéreo ni terrestre), por fin me notificaron que consiguieron boleto en bus para mi ciudad de destino con salida nocturna.

Llegué al terminal y el caos generalizado no tiene precedentes. Es imposible entender ese submundo a no ser que convivas en él. Todo es anárquico y desordenado. La gente en el suelo, espera por horas a ser embarcado. Había cajas y maletas por el piso, en cada rincón. En resumen era Dantesco.

Entre gritos de choferes que van anunciando ciudades y líneas de autobuses, me levanté de mi puesto a hacer una pregunta y (en cuestión de segundos) me robaron un material impreso que llevaba a la ciudad para una actividad. Todo eso ocurrió a tan sólo 30 minutos de haber llegado.

Luego de cientos de intentos logré que alguien me dijera cómo hacer para llegar a la ciudad a la que iba y me dijeron: “Amigo, su autobús ya se fue”. Mi cara era un poema, tenía que llegar hasta aquel sitio a como diera lugar. En ese instante el funcionario de la línea me dijo: “tiene un último chance en el bus Nro. 11 ¡corra!”.Como pude me hice con el boleto y llegué al autobús que me indicaron. Para mi sorpresa era un Mercedes Benz modelo O 302, del año 1959, sin aire acondicionado y advierte el chofer: “sólo abren 3 ventanas”. Honestamente ya frente a la unidad dije esto: “¡Éste es el bus equivocado. Me devuelvo!”. Pero algo me decía que si no iba el propósito final no se iba a cumplir.

Mi viaje fue sin precedentes. El autobús equivocado se accidentó en la carretera durante la noche 6 veces. Nos detuvimos 4 veces más para auxiliar a 3 buses del mismo año y de la misma línea que estaban varados. El viaje planeado para 8 horas ya tenía 10 horas y no estaba ni cerca del destino final. Ya a 40 km de la ciudad llegamos a una tranca que no se movía y nos dijeron: “no hay paso, hay protesta adelante”. El autobús se apagó nuevamente y comenzaron a repararlo por 7ma vez.

Ya se había hecho de día, llevaba 12 horas viajando y aun no llegaba a mi destino. Llamé a mis enlaces en la ciudad y me dijeron: “cruza a pie y te buscamos del otro lado”. Pedí el equipaje y comencé a caminar a la orilla de la carretera por media hora hasta que llegué al punto de encuentro con mis salvadores que me llevarían a donde necesitaba llegar. Hice el transbordo y en el trayecto pedí un baño para acomodarme e ir a la firma porque por encima de todo: ¡si hay pobreza, que no se note!

Hice lo propio y llegamos a la firma. Confieso que estaba molido. Me llamaron de primero y frente a la hoja puse mi firma y mi huella y pensé: tanto trajín para esta firma ¿Esto era todo? Luego todo terminó; el trauma, el robo, el autobús accidentado, la protesta, en fin. Entré en un estado de bienestar, ese momento donde sabes que lo lograste.

Líder, te cuento algo… En el camino al éxito vas a tener que subirte algunas veces en el autobús que tú crees que es el equivocado. No es el más cómodo, no es el que llega más rápido, no es el que llega directo, pero es el que tienes para tomar.

No empieces con lo que tú crees que necesitas, empieza con lo que tienes y en el camino verás que lo único que hacía falta era llegar. Tu propósito está cerca de cumplirse. Insiste, empuja, determínate a llegar aunque sea a pie pero llega. Al final hay recompensa por el esfuerzo.

¡Súbete y llega! ¡Ten ánimo! El que anhela algo grande debe hacer sacrificios y esfuerzos grandes