
Muchas personas se centran en adquirir conocimientos y en desarrollar habilidades para aumentar su valor como personas. Pero para la gente no somos un conjunto de conocimientos y habilidades. Nuestro valor no lo determina un cargo o un currículo. Nuestro valor para los demás en realidad lo determina lo que ven en nosotros, lo que desprendemos, las sensaciones que transmitimos. Es nuestra actitud lo que marca la diferencia.