
Piensa en una gota cayendo sobre una piedra. Suena ridículo que una gota pueda hacerle algo a la piedra. Pero cae una y otra vez, sin parar, y al final… ¡la perfora! La gota no es fuerte, pero es constante.
Ahí está el secreto. En seguir aunque nadie te vea, aunque no sientas ganas, aunque parezca que no pasa nada.