
Este amor de Dios que se manifiesta con su muerte para la salvación del mundo, es un amor que está llamado a replicarse en el Matrimonio y la Familia. Una réplica que cobra sentido en nosotros a través del agradecimiento, por ese regalo maravilloso de Dios, al querer siempre lo mejor para su creación. De ahí, que un compromiso al contemplar el amor de Dios para con nosotros, es saber que siendo sal, para dar buen sabor, purificar, conservar y siendo luz, para dar fuerza e iluminar, aprendemos a entender, que eso es amar.