
Que los disfraces nos recuerden que vale la pena revestirnos de Cristo; no como quien se pone una máscara y ya, sino como quien se parece a Él, se hace como Él. Pidámosle a nuestra Madre que nos ayude a confeccionar ese traje para nuestra alma, quitando lo que estorba y añadiendo lo que haga falta.
Meditación predicada para Hablar con Jesús en 2020.