
Prepararse para el Señor es alistar el corazón, la mente y la vida para recibir y agradar a Dios. Implica apartar tiempo para buscarle en oración, estudiar Su Palabra, vivir en santidad y dejar lo que estorba la comunión con Él. Es una actitud de expectativa y obediencia, reconociendo que Él es digno de lo mejor y merece que lo recibamos con reverencia y amor.