
La voz de Luis Fercán suena a sal. Sus letras están llenas de mar, nostalgia, bares y amor. Va con su guitarra a todos lados. En uno de sus últimos viajes decidió probar a dejarla en casa y desconectar, pero acabó haciéndose con una: "Estuve un mes en Indonesia y al final no aguanté más y me compré una allí muy barata. Hice una canción, que era como un poco lo que necesitaba en esos días, y la dejé allí, en el hotel donde estaba". Escribir, tocar, es su terapia, y considera que esos 40 euros estuvieron bien invertidos.