
El anarquismo no tiene nada que ver con un lanzadero de bombas sin control. Colocó su saco en la silla de al lado, y una vez que se deshizo de él, por fin pudo dirigir su sonrisa acompañada ahora por todas las arrugas de su rostro, todas juntas esforzándose para obtener la más pura expresión de ternura por las criaturas ignorantes que tenía en frente y que hacían preguntas. El profesor Chomsky se desacaloró, recargó sus dos brazos en la mesa y una vez estuvo cómodo, con la mejor disposición que puede tener un hombre completamente saturado por millones de lecturas, respondió a su pregunta.