
¿Has sentido alguna vez que Dios te pregunta directamente por tu amor y tu entrega? Hoy, las lecturas nos llevan al corazón del discipulado cristiano: la valentía de dar testimonio, y la profundidad de un amor que se traduce en servicio. Quédate, porque en los próximos minutos vamos a descubrir cómo el diálogo entre Jesús y Pedro, y el testimonio de Pablo ante la injusticia, pueden transformar nuestra manera de vivir la fe. Recuerda: cada día te acercamos las lecturas sagradas en formato podcast, para que la Palabra de Dios te acompañe y te inspire dondequiera que estés.
La primera lectura, tomada de los Hechos de los Apóstoles (25, 13-21), nos presenta a Pablo en una situación compleja. El apóstol, tras ser acusado por los líderes judíos, se encuentra ante Festo y el rey Agripa. Festo explica que las acusaciones contra Pablo no son delitos comunes, sino disputas sobre la fe y, especialmente, sobre “un tal Jesús, ya muerto, que Pablo asegura que está vivo”. Pablo, sabiendo que su vida está en juego, apela a ser juzgado por el César, mostrando su confianza en la justicia y, sobre todo, en la misión que Dios le ha confiado.
El Evangelio según San Juan (21, 15-19) nos sitúa en una escena profundamente humana y espiritual. Jesús, resucitado, se encuentra con Pedro junto al lago. Tres veces le pregunta: “¿Me amas?” Pedro, dolido por la insistencia, responde afirmativamente cada vez. Jesús, entonces, le confía la misión de apacentar y pastorear a su rebaño. Finalmente, Jesús le anuncia que su amor y fidelidad lo llevarán a entregar la vida, y concluye con un imperativo que lo resume todo: “Sígueme”.
Ambas lecturas nos hablan de la fe puesta a prueba y de la respuesta generosa al llamado de Dios. Pablo es testigo de Cristo ante tribunales humanos, enfrentando incomprensión y peligro, pero manteniendo firme su convicción: Jesús está vivo. Su testimonio no es solo intelectual, sino existencial; está dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias por el Evangelio.
En el Evangelio, el diálogo de Jesús con Pedro es uno de los momentos más conmovedores del Nuevo Testamento. Jesús no le reprocha su negación pasada, sino que le da la oportunidad de reafirmar su amor. Cada respuesta de Pedro es acogida con una misión: “apacienta mis corderos”, “pastorea mis ovejas”. El amor a Cristo no es solo un sentimiento, sino un compromiso concreto con los demás, especialmente con los más vulnerables.
La triple pregunta de Jesús a Pedro recuerda las tres negaciones, pero también subraya la paciencia y la pedagogía de Dios, que nos da siempre nuevas oportunidades para amar y servir. Al final, el llamado es claro: “Sígueme”. Seguir a Jesús implica amar, servir y, si es necesario, entregar la vida.
En nuestra vida cotidiana, también somos interrogados por Jesús: “¿Me amas?” No basta con responder de palabra; el amor verdadero se demuestra en las obras, en el cuidado de los demás, en la fidelidad a la misión que se nos ha confiado. Muchas veces, como Pedro, podemos sentirnos indignos o frágiles, pero Jesús no busca perfección, sino corazones dispuestos a amar y a levantarse después de cada caída.
¿Cómo podemos vivir este mensaje hoy?
Respondiendo cada día al llamado de Jesús con generosidad, buscando maneras concretas de servir a quienes nos rodean.
No desanimándonos ante nuestros errores o debilidades; Dios siempre nos da nuevas oportunidades para amar y comenzar de nuevo.
Defendiendo nuestra fe con respeto y valentía, como Pablo, incluso cuando no seamos comprendidos.
Apacentando a los “corderos” que Dios pone en nuestro camino: familiares, amigos, compañeros de trabajo o estudio, especialmente quienes más necesitan cuidado y atención.
Recordando que seguir a Jesús implica un compromiso de amor que puede llegar hasta la entrega total.
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