
Soltar el pasado no significa olvidar. Dejar ir implica únicamente restarle impacto emocional a la experiencia, aceptarla y continuar adelante. De hecho, lo que sucede con las experiencias emocionales muy intensas, como la pérdida de una persona querida, una ruptura de pareja, un gran error o un agravio personal, es que no las asimilamos por completo, de manera que estas no pasan a formar parte de nuestra historia vital sino que se quedan activas en una parte de nuestro cerebro, reactivándose ante cualquier estímulo que nos recuerde lo ocurrido.