
“Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre.” (Salmo 103:1)
La vida de David fue una continua expresión de gratitud. Desde sus días de pastor hasta su reinado, nunca dejó de reconocer que su fuerza, su victoria y su propósito provenían de Dios. Aun siendo rey, no perdió su humildad ni su deseo de exaltar la presencia divina entre su pueblo.
Señor, gracias por cada oportunidad de servirte y adorarte.
Haz que mi corazón permanezca agradecido, como el de David, aun cuando el mundo no entienda mi devoción.
Que mi vida entera sea una expresión viva de gratitud a Tu presencia, y que en todo tiempo mi alma bendiga Tu nombre.