
Obedecer a Dios es una de las expresiones más puras del amor. Sin embargo, a lo largo del tiempo, la palabra obediencia ha sido malinterpretada, cargada de miedo, culpa o imposición. Muchos la asocian con sumisión forzada o con la pérdida de libertad, cuando en realidad, la obediencia que enseña la Biblia es una respuesta voluntaria al amor delPadre.
Jesús mismo lo demostró. No pidió obediencia con dureza, sino con ternura; no exigió sacrificios, sino corazones dispuestos. Su vida entera fue un ejemplo de fidelidad amorosa: obedeció al Padre no por temor, sino por amor, y en esa obediencia perfecta encontramos el camino hacia la plenitud.
Esta semana meditaremos en esa verdad: que obedecer no es rendirse a una carga, sino abrir el alma a una relación viva conDios. Cada enseñanza de estos días nos recordará que Su voluntad no se impone, se propone; y que cada acto de obediencia es una oportunidad de experimentar Su gracia más de cerca.
Obedecer a Dios desde el amor es elegir confiar, es decirle con la vida: “Señor, creo en Ti, y confío en que Tu camino es mejor que el mío.”
Y lo más hermoso es que cada vez que la Biblia habla de obediencia, lo hace acompañándola de una promesa. Porque el corazón que ama y obedece siempre cosecha bendición.