
La gratitud es una llave que abre los espacios del alma donde antes había miedo o queja.
Agradecer no es una emoción pasajera, es una forma de vida que transforma la manera en que caminamos.
Cuando aprendemos a agradecer, descubrimos que todo tiene sentido en las manos de Dios.
La gratitud no elimina las pruebas, pero nos enseña a mirar las bendiciones que aún permanecen.
Un alma agradecida no se endurece, permanece sensible a la voz de Dios.
Y esa sensibilidad se convierte en fuerza, porque quien vive agradecido, vive en paz.