
En este episodio del podcast Encuentros, Alfonso Tejedor conversa con Ignacio Valero, diseñador de iluminación y director del nuevo MásterLuz de la Universidad UDIT (Universidad de Diseño, Innovación y Tecnología). La charla aborda la evolución de la iluminación arquitectónica, la enseñanza del oficio y la forma en que la luz puede convertirse en un lenguaje narrativo y emocional.
Ignacio repasa la historia de la disciplina —desde sus inicios ingenieriles en las fábricas del siglo XX hasta su dimensión artística actual— y explica cómo MásterLuz busca recuperar el espíritu de los primeros programas profesionales: aprender haciendo, tocando luz desde el primer día, con talleres prácticos y colaboración directa con estudios de todo el mundo. Frente al modelo académico tradicional, el máster apuesta por una enseñanza experiencial, alejada del PowerPoint y centrada en la práctica y la emoción visual.
El programa se estructura en dos etapas —una técnica y otra creativa— y cuenta con profesores residentes, coordinadores y profesionales invitados internacionales como Douglas Leonard o Mónica Lobo. Los alumnos, limitados a 30 plazas, deberán resolver proyectos reales propuestos por estudios externos, aprendiendo a trabajar con las condiciones y retos del mundo profesional.
Ignacio reflexiona también sobre su labor docente y su filosofía: enseñar es acompañar el proceso de aprendizaje del alumno, empatizar con su punto de partida y mostrarle los atajos hacia su mejor versión. “Ser profesor —dice— es ahorrar tiempo; el alumno es quien aprende”.
En la segunda parte, la conversación se adentra en su estudio Arkilum, responsable de proyectos en museos, iglesias, bancos y centros comerciales. Ignacio reivindica la iluminación como un medio narrativo, “el rotulador fluorescente del diseño”, que subraya las intenciones arquitectónicas sin imponerse. Critica el abuso de las tiras LED y defiende la importancia de la penumbra: “La luz necesita su silencio, igual que el sonido necesita pausas”.
Comparte anécdotas sobre sus proyectos más queridos: la Catedral de Santiago de Compostela, iluminada con un lenguaje espiritual y artificial, y la Iglesia del Espíritu Santo en Granada, realizada con presupuesto mínimo y luz natural, donde los vidrios dicroicos generan “milagros visuales” cada mañana. Dos obras opuestas que, según él, resumen el sentido de su oficio: crear emoción con luz, sea con grandes medios o con la mínima materia.
La conversación concluye con una reflexión sobre la vocación, la enseñanza y la importancia de formar una comunidad en torno a la luz. MásterLuz —dice— no es solo un curso, sino un lugar donde aprender a mirar, a narrar y a sentir a través de la iluminación.
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