Ayer una amiga que quiero profundamente, me dijo: "David, tu te expones y te arriesgas mucho cuando haces públicos tus proyectos"... y es cierto. Cuando nos atrevemos a compartir nuestras ideas en las redes, inevitablemente abriremos la puerta de una vitrina donde nuevos ojos serán testigos del desarrollo de esa idea 👀 Ningún proyecto tiene garantía de permanecer en el tiempo. La aventura de emprender siempre vendrá acompañada de la incertidumbre de un resultado. Los planes pueden salir como lo esperas, mejor de lo esperas o simplemente puede que no sucedan. En la misma proporción del resultado, recibirás mensajes al respecto: felicitaciones, admiración, buenos deseos, retroalimentación, críticas, cuestionamientos y más ingredientes que componen este cóctel. Conozco muchas personas que postergaron esa decisión valiente por miedo al qué dirán. Nunca se atrevieron a compartir una idea porque quizás despertarían contradictores... Con el tiempo, ese proyecto no emprendido se convirtió en esa espinita en su mente que por años incrustó la pregunta "Qué habría sido de mi vida mi hubiera lanzado" En mi forma de pensar, la persona que prioriza la opinión ajena sobre sus propios deseos, es un cobarde. Un cobarde que por nunca lanzarse está desperdiciando sus talentos y construyendo una vida aburrida. Ese mismo cobarde que con el paso de los años, desde la comodidad de un sofá y la valentía que te da una pantalla de celular, se toma el atrevimiento de opinar y dar juicios sobre la vida de los que si se lanzaron. Me arriesgo mucho? Si. Y es un riesgo que quiero seguir asumiendo porque los únicos que se exponen son quienes se atreven a salir del molde, a compartir sus ideas y a lanzarse a materializarlas. El compromiso por explorar mi potencial, ponerme a prueba y construir mis sueños, es más grande que el miedo a fallar.