
Ese fin de semana, una tormenta golpeó la República Dominicana mientras yo estaba en París, guiando un Nivel 1.A ocho mil kilómetros de distancia, sin poder hacer nada, tuve que vivir lo que enseño: soltar el control.Miedo, fe, gratitud… todo pasó por mí.Y en medio del caos, recibí un mensaje claro:el miedo es solo la tormenta antes de la bendición.