Lo peor de procrastinar o posponer no son las tareas que dejamos para mañana o la semana que viene y se nos acumulan. Lo peor de procrastinar es cuando posponemos conversaciones, decisiones o aspectos de nuestra vida y de nosotros mismos que necesitamos gestionar pero nos da miedo, nos incomodan o, por alguna otra razón, simplemente no queremos. Y ahí las dejamos en pendiente. Aunque nos estén “fastidiando”.
Esas conversaciones, conflictos, situaciones o aspectos que evito enfrentar, me van determinando el día a día y mi vida, casi sin darme cuenta. Pues, además del impacto que el asunto en sí tenga en mi vida, cada decisión que tomo busca también evitar enfrentarlo.
A veces, ni siquiera nos damos cuenta de que estamos resistiéndonos a ver o enfrentar algo que realmente nos está fastidiando. Me he tragado mi propia excusa. Prefiero sufrir el fastidio, quejarme de otros, las circunstancias o la vida e ignorar lo que yo sí puedo hacer (mi responsabilidad). Enfrentarlo me incomoda, me da miedo o simplemente no quiero. Quizá no sepa cómo gestionarlo y prefiero posponerlo. Y sigo posponiéndolo, y ahí sigue, persiste y "me persigue". Lo que se resiste, persiste.
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Ana