
El suceso es noticia de primera plana desde que trascendió. El público está ávido de conocer detalles del drama y los medios de comunicación cumplen con su sagrada obligación de informar a la masa con pelos y señales de todo lo que se va conociendo de la investigación. Los tertulianos de mesa camilla, esos maestros liendres que de todo saben y de nada entienden, los profesionales de la opinión hablan, especulan, elucubran, teorizan…todo con tal de arrojar luz sobre el asesinato y posterior desmembramiento del cirujano.
La ética es una gran palabra y debe ser un principio periodístico, pero eso de los principios está desfasado. Por eso hay que hablar con familiares, amigos y conocidos de los implicados, de la víctima y del victimario. Qué más da que estén destrozados con lo ocurrido porque si se echan a llorar, mejor que mejor. En un programa de televisión vespertino, la hermana del fallecido pedía respeto y que se dejara de desmembrar mediáticamente al cirujano. La presentadora hacía suyas las palabras y las recalcaba para, a renglón seguido, continuar con el manoseo dialéctico y fabular acerca de la relación de víctima y presunto asesino y la posible causa del crimen.