
Nuestro actor es muy suyo y escribe sus propios guiones. Para el último decidió utilizar una red social. Quería compartirlo con todos los espectadores antes de representar el papel. Quería inspirar emociones, quería que el público empatizara con él. Puede que consiguiera alguna lágrima de esa cohorte de aduladores con la que cuenta, entre ellos figura un cineasta manchego venido a menos que admitió haber llorado al leer la misiva de su actor fetiche.
La trama tiene de todo. Hay una maquina de fango que esparce porquería salpicando y manchando a nuestro protagonista y, peor aún, a actrices hasta ahora secundarias que no quieren ser irrelevantes en la trama y que reclaman más protagonismo en la historia. Vaya si ha ganado relevancia la actriz secundaria; casi le ha robado el foco al gran prota. Pero él, que escribe el guion, se ha plantado y ha vuelto a recuperar el foco de las cámaras, que para eso es guapo, y alto, y esbelto y casi perfecto, vaya. Solo le falla la voz, de escaso cuerpo y graves para un macho man, pero no se puede ser perfecto, ¿no?