
Cada obra de arte es en sí un proceso. Cada pieza musical también, y así como en la vida, cada pieza posee una curva de tensión, que avanza desde un inicio, hacia un clímax, y luego hacia una baja de tensión, que llega a un final donde la pieza “resuelve”.
Al escuchar música de forma intencionada, conectándonos y dejándonos llevar por aquello que escuchamos, estamos aprendiendo a seguir esta curva de forma natural.