
En el laberinto de nuestra mente inconsciente es como si hubiéramos encerrado un monstruo, medio humano y medio animal, al que hay que alimentar periódicamente. Y, aunque preferimos creer tal cosa no existe, en ciertos momentos provoca situaciones angustiosas y desagradables, que consumen nuestra energía, por lo que tenemos que hacer algo para remediarlo.
Este patrón arquetípico, en que debemos enfrentar la sombra y humanizar nuestra parte más salvaje, es lo que representa el mito de Teseo y el Minotauro.
En esta historia, Minos, el rey de Creta, obliga a los atenienses a pagar un tributo como botín de guerra. Deben aportar cada año 7 doncellas y 7 efebos para ofrecerlos en sacrificio al Minotauro, un voraz monstruo con cuerpo de hombre y cabeza de toro. Teseo, el hijo del rey de Atenas, decide ofrecerse voluntario para matarlo.
Este mito simboliza un viaje al interior del inconsciente, para enfrentarnos con lo que nos asusta, pero con garantías de volver, libres de la maldición y con mayor poder personal.