
Vivimos con el alma distraída.
Horas frente al celular, saltando entre notificaciones y pantallas, mientras la voz más importante, la de Dios queda en silencio.
Hoy te reto a desconectarte 30 minutos, soltar el teléfono y hacer algo que alimente tu propósito.
No todo lo que suena merece tu atención.
A veces, el verdadero poder está en el silencio que te enfoca.