Hay momentos en los que el verdadero liderazgo no se demuestra hablando, sino callando. No porque no tengamos algo para decir, sino porque aprendimos a dejar espacio para que otros lo digan. Cuando llevas años en un rol, conoces cada detalle, cada historia, cada proceso… y sin darte cuenta, te convertís en el que siempre responde, siempre opina, siempre interviene. Pero ahí está el desafío: morderse la lengua. Dejar que el otro piense, pruebe, se equivoque, aprenda. Dar lugar, aunque sepas...
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Hay momentos en los que el verdadero liderazgo no se demuestra hablando, sino callando. No porque no tengamos algo para decir, sino porque aprendimos a dejar espacio para que otros lo digan. Cuando llevas años en un rol, conoces cada detalle, cada historia, cada proceso… y sin darte cuenta, te convertís en el que siempre responde, siempre opina, siempre interviene. Pero ahí está el desafío: morderse la lengua. Dejar que el otro piense, pruebe, se equivoque, aprenda. Dar lugar, aunque sepas...
Hay momentos en los que el verdadero liderazgo no se demuestra hablando, sino callando. No porque no tengamos algo para decir, sino porque aprendimos a dejar espacio para que otros lo digan. Cuando llevas años en un rol, conoces cada detalle, cada historia, cada proceso… y sin darte cuenta, te convertís en el que siempre responde, siempre opina, siempre interviene. Pero ahí está el desafío: morderse la lengua. Dejar que el otro piense, pruebe, se equivoque, aprenda. Dar lugar, aunque sepas...
El Desembarco del Líder
Hay momentos en los que el verdadero liderazgo no se demuestra hablando, sino callando. No porque no tengamos algo para decir, sino porque aprendimos a dejar espacio para que otros lo digan. Cuando llevas años en un rol, conoces cada detalle, cada historia, cada proceso… y sin darte cuenta, te convertís en el que siempre responde, siempre opina, siempre interviene. Pero ahí está el desafío: morderse la lengua. Dejar que el otro piense, pruebe, se equivoque, aprenda. Dar lugar, aunque sepas...