
En el sistema de sacrificios judío, la expiación del pecado se lograba mediante el derramamiento de la sangre de un animal.Con vestiduras de piel, Dios cubrió a Adán y Eva, expresando así Su gracia y perdón ante el pecado y el juicio. Este acto nos recuerda que la salvación es toda obra de Dios en Jesucristo.