
La armonía es la meta última, la eficiencia absoluta, la realización más clara, es como el equilibrio, se tiene y hay que cuidarla porque se pierde, es fugaz como el agua y para retenerla hay que cuidarla.
Y cuando se pierde pues lo unico que queda es regresar a ella, buscarla como sea, con palabras, con pasos, con movimientos, con amigos, hermanos, actividades, compañeros.
La armonía es escurridiza, se tiene por momentos y se pierde en un movimiento, ella misma nos quita a veces el aliento y cuando volteamos ya se ha ido e incluso dejamos de recordar que la hemos tenido.
La armonía es la base del equilibrio, lo más cercano a la perfección inexistente, lo que anhelamos al inicio y al final de nuestros días, meses, caminos.
No hay secreto para encontrarla pero si una continua práctica, conforme se empieza a vivir en ella se aprende a reconocerla, fomentarla, cuidarla y domesticarla.
Pero es importante hacerla y buscarla de forma consciente pues el crecimiento, la aceleración, el caos que nos reina la amenaza momento a momento, la vida entera, por ello como la meditación y el entreno hay que regresar a ella.
Nunca se domina, nunca se termina, es lo que llamamos flow, concentración, alineación de los planetas
El más grande reto que hay en ella donde se adquiere la maestría es provocarla no solo en nuestras vidas, sino en la de los que nos rodean, en la casa, en la familia, en la empresa.
El clima de un equipo ilusionado con la misma meta es la más grande proeza y lo que hace que se alcancen las más grandes metas.