
Durante la Guerra Fría, científicos soviéticos realizaron un experimento cruel en prisioneros, privándolos de sueño con un gas experimental. A medida que pasaba el tiempo, los sujetos mostraron signos de locura creciente, violencia y autodestrucción, revelando una faceta oscura de la mente humana cuando se priva de sueño. El experimento fue un fracaso y sus resultados fueron ocultados, pero la historia ha persistido como una leyenda urbana que cuestiona los límites de la experimentación científica y la naturaleza del ser humano.