En este episodio me encuentro grabando sin condiciones ideales de sonido, pero con la urgencia de hablar de algo esencial: cómo la pandemia transformó nuestra forma de mirarnos, de convivir y de relacionarnos. Hablo de la interrupción constante de dispositivos que nos impiden ver lo que sucede alrededor, y de lo crucial que es poder mirarnos a los ojos en una época dominada por pantallas.

La pandemia no solo trajo depresión y ansiedad, también puso en evidencia lo que sucede dentro de las casas, en la intimidad de las familias, de las parejas, y de quienes viven solos. El encierro nos obligó a convivir con lo elegido: con la esposa, con los hijos, con la propia familia, y nos hizo preguntarnos por qué eso se vivía como un problema.

Reflexiono sobre cómo funciona nuestra rutina, sobre el poder de la mirada, y sobre cómo en esta era de scroll infinito estamos expuestos a una velocidad de información que el inconsciente no logra procesar. Esa relación ya no es con el teléfono, ni con una página de Instagram, sino con el algoritmo mismo.

Finalmente, hablo del sufrimiento continuo que generan estas dinámicas: buscamos salir de la angustia produciendo nuevas formas de sufrimiento, como cuando intentamos calmar la ansiedad de Instagram usando más Instagram o YouTube. Un círculo que no se rompe.