
Por mucho tiempo empecé mis días en el orden equivocado.
Primero las redes, los mensajes, los pendientes, las ideas del negocio…
Primero el ruido del mundo, y luego, cuando ya no quedaba tiempo o energía, buscaba a Dios.
Hasta que un día entendí que no quería seguir viviendo así.
No quiero empezar mi día vacía, corriendo, confundida.
No quiero hacerlo sola.
Hoy lo hago en el orden correcto.Empiezo por Él.
Me lleno de Su presencia, le entrego mis planes y le pido dirección. Y solo después de eso, me ocupo de todo lo demás.
Y te prometo que todo cambia cuando lo haces en ese orden: la mente se aquieta, las ideas fluyen, y el día tiene propósito. Porque cuando Dios está primero, todo encuentra su lugar.
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