
Cuando alabamos a Dios, va más allá de entonar cantos en un tiempo determinado dentro del culto dominical, mas bien es reconocer que él es digno de ser exaltado en cada área de nuestras vidas en todo momento.
Nuestra vida es el reflejo de lo que creemos y conocemos de Dios, es por eso que aquí en el salmo 47 el salmista se propone invitar, no solo a Israel, sino a todo el mundo a que le canten y exalten al único Dios verdadero.
Él merece adoración porque no hay ninguno como él, es grande en poder, fiel a sus promesas y tiene cuidado de su pueblo y si esto es así, nuestro corazón puede estar firme y confiado que ese Dios tan poderoso y amoroso dirige nuestras vidas para nuestro bien.