
El desánimo es una trampa silenciosa que roba fuerzas, apaga el entusiasmo y nubla la fe. Cuando logras salir de él, no lo hagas solo. Es vital tener un padre espiritual, un guía o mentor que camine contigo, que te exhorte, te consuele y te anime a seguir adelante. Pablo no solo enseñaba, sino que acompañaba, formaba y amaba como un padre a sus hijos. Dios te ha sacado del desánimo no solo para que te levantes, sino para que te prepares. Él tiene un propósito contigo.