
Cuando el desánimo llega, todo parece confuso. Nos sentimos perdidos, sin dirección ni fuerzas. Pero en medio de esa niebla, hay una verdad que permanece: aún tienes mucho. Tienes vida, tienes propósito, tienes a Dios. Enfócate en lo que sí tienes, no en lo que te falta. Aun en medio del caos, eres bendecido. Bendito el hombre que confía en el Señor, y pone su confianza en él.