
Llegó el 17 y en esta ocasión jugamos a filosofar alrededor de la idea de perderse como recurso vital de superación. Reflexionamos sobre el naufragio como acto revolucionario, sobre la importancia y la frivolidad simultáneas de autoconocerse, y en todo momento estuvimos acompañadxs por el espíritu de Bucay y sus enseñanzas de chocolate Dos corazones.
A fin de cuentas, acabamos por concluir que, sea en la montaña, la caverna o en un bar de motos, si nos cruzamos con el Minotauro, lo mejor es hacernos amigxs e incluso frotarnos un ratito para pasar el rato.