
En ocasiones, por más que buscamos ser llenos del Espíritu Santo, es como que, si nada sucediera, es en ese momento donde debemos de actuar como los seres vivientes descritos en el libro de Ezequiel, que tenían ojos por dentro y por fuera y examinarnos nosotros mismos para ver si derepente hay algo dentro de nosotros que está causando que no llegue la llenura del Espíritu Santo y así vaciarnos completamente de todo lo que pueda estar ocupando el lugar que el Espíritu Santo quiere llenar.