
Llamar a un defecto, defecto 08 - Diciembre
«Cuando vemos los defectos y los aceptamos, podemos desprendemos de ellos y proseguir nuestra vida.» Texto Básico,p. 40
A veces, estar dispuestos a dejar que nos eliminen nuestros defectos de carácter depende del nombre que les demos a estos. Si no los llamamos por su nombre y nos parecen menos «defectuosos», quizás no logremos ver el daño que nos causan. Y si aparentemente son inofensivos, ¿para qué vamos a pedir a nuestro Poder Superior que nos los quite de nuestra vida?
Tomemos por ejemplo el hecho de querer «agradar a la gente». No parece tan malo, ¿verdad? Simplemente, significa que somos personas agradables, ¿no? No, de ninguna manera. Para decirlo bruscamente, significa que somos deshonestos y manipuladores, que mentimos acerca de nuestros sentimientos, creencias y necesidades, tratando de satisfacer a los demás para que accedan a nuestros deseos.
O tal vez pensemos que somos personas «tranquilas». ¿Pero «tranquilidad» significa desatender las tareas domésticas, evitar confrontaciones y elegir la rutina más cómoda? Entonces sería mejor llamarlo «pereza», o «postergación» o «miedo».
A muchos nos cuesta identificar nuestros defectos de carácter. Si es así, podemos hablar con nuestro padrino o los amigos de NA.
Les describimos nuestro comportamiento clara y honestamente y les pedimos que nos ayuden a identificar nuestros defectos. A medida que pase el tiempo, cada vez podremos identificarlos mejor y llamarlos por su verdadero nombre.
Solo por hoy:
Llamaré a mis defectos por su verdadero nombre. Si me cuesta hacerlo, pediré ayuda a mi padrino.