
En este episodio reflexiono sobre algo que aprendí a integrar en mi vida: aceptar los días mediocres y la mediocridad en general. Por mucho tiempo me resistí a ella, pero hoy la entiendo como parte necesaria del balance.
Comparto mi propia experiencia: el proceso de mi divorcio, la mudanza a Ciudad de México y el trabajo profundo con ketamina y trauma. Todos estos capítulos me enseñaron que no todo tiene que ser grandioso o brillante para tener valor. La mediocridad también tiene un lugar; es el terreno neutro donde descansamos, integramos y desde donde crece lo nuevo.
Hoy elijo resignificar la mediocridad como un balance esencial para mi crecimiento personal y profesional. Entendí que tomar decisiones desde el corazón es lo que me permite crear un negocio alineado con mi autenticidad y con mi bienestar, no con la presión externa de “ser más” o “hacer más”.
Y en este camino, la presencia, la compasión y la pausa se han convertido en mis grandes maestras. Porque solo cuando me permito detenerme y respirar, puedo escuchar lo que mi alma y mi negocio realmente necesitan. Con un cora abierto, Andy