
Cuando Dios promete, no hay espacio para la duda. En Cristo, todas las promesas del Padre encuentran su “¡sí!”, y nosotros respondemos con un “amén” que eleva gloria al cielo. Hoy recordaremos que no vivimos esperando que Dios actúe… vivimos celebrando que Él ya cumplió en Cristo. Cada promesa tiene un sello eterno, y ese sello eres tú viviendo por fe. Permite que esta verdad encienda tu corazón y te lleve a disfrutar lo mejor de la vida, porque en Jesús, ya tienes una vida abundante