Las doctrinas y las reglas tratan la conducta, pero no sanan las fracturas en lo profundo de nuestra alma. En cambio, la gracia actúa desde dentro, a nivel del corazón. Si comprendemos que tenemos debilidades que nos superan, Jesús estará cerca de nosotros; sólo necesitamos ser sinceros, confesar nuestros pecados y arrepentirnos. La gracia y el amor del Señor son incondicionales. Él no nos abandonará porque hayamos tenido un aborto, nos hayamos embriagado, o hayamos mirado pornografía. ¡Él nos ama y nos ha hecho parte de la familia real por toda la eternidad!