
Si permitimos que el temor nos invada, jamás experimentaremos el potencial que Dios ha depositado en nosotros. Jesús no busca gente imprudente que salte de los puentes, pilotos que vuelen con los ojos vendados, ni otro tipo de kamikazes. Él quiere hombres y mujeres que se atrevan a invertir en el Reino el don que Él mismo les entregó. Por eso es esencial que no enterremos nuestros talentos, no seamos como viejos piratas sepultadores de tesoros, y mucho menos nos convirtamos en “barco-adictos”. Atrevámonos a correr riesgos. Bajemos del baro. ¡Ese es el llamado del Señor en esta temporada de riesgo!