
La mayoría de la gente que conozco está endeudada. Si no es una hipoteca, es una tarjeta de crédito o un préstamo amortizable en un banco. Y esto no es sólo cosa de nuestra derruida Latinoamérica; también en el Primer Mundo. De hecho, allí la gente está tan o más endeudada que en cualquier otro lugar.
Habrán escuchado a sus amigos y familiares que viven en Estados Unidos decir cosas como: «tengo casa, carro, un teléfono carísimo, pero todo lo debo». Y sí, es una realidad que la gente ha asumido sin prácticamente ningún pataleo aun cuando es la base de las peores catástrofes económicas que han devastado nuestras sociedades.