
Brenda Spencer tenía 16 años en 1979. En la última navidad había pedido un radiograbador para escuchar sus canciones favoritas y grabarlas en casettes, una costumbre habitual en tiempos en los que no existía la internet ni, mucho menos, las plataformas digitales de música. Pero Wallace, su padre, le regaló un fusil semiautomático Ruger calibre 22.