
Parece que el candidato y el partido son un binomio inseparable, pero no lo son.
Muchos electores acaban poniendo su voto en la urna por aquel/aquella que sencillamente ha dado la cara en un momento de crisis. A veces, ni siquiera lo ha tenido que hacer realmente bien, pero lo han tenido cerca y han visto como han antepuesto los intereses generales por encima de los personales. Algo harto olvidado desde la política nacional.
Hay que entender la peculiaridad de cada zona y asumir como premisa que lo que sirve en un enclave no va a tener el mismo rendimiento que en el de al lado. Aunque apenas los separan 600 kilómetros.