En este episodio de CreSER, me adentro en una experiencia profundamente personal que viví durante los cuidados paliativos de mi papá: el "silencio cómplice" que se crea entre el paciente y su ser querido cuando las palabras ya no parecen suficientes. A medida que su enfermedad avanzaba, nos encontramos atrapados en ese silencio, un silencio lleno de amor, pero también de miedo, de impotencia y, en mi caso, de muchas cosas no dichas. Tras su partida, siento que hubo tanto que no hablamos, tanto que quedó en el aire. Este episodio nace de esa reflexión, y mi deseo de compartirla con otros que puedan estar pasando por experiencias similares. El "silencio cómplice" puede ser una manera de protegernos, pero también puede ser una barrera que nos impide procesar el dolor, expresar lo que sentimos y sanar. Hablaremos sobre cómo este silencio, tan común en las etapas finales de una enfermedad, puede ser tanto una respuesta natural como una forma de evasión. Es una invitación a no dejar que ese silencio se convierta en un muro entre el paciente y sus seres queridos, sino a utilizarlo como una oportunidad para conectar más profundamente, para invitar al paciente a desahogarse y, lo más importante, para que también nosotros, como cuidadores, nos permitamos compartir nuestras emociones. Este episodio es una reflexión, pero también una invitación a romper ese silencio, a hablar lo que queda por decir y a brindar un espacio para el desahogo emocional, tanto para el paciente como para quienes estamos a su lado. Porque, aunque el silencio es parte del proceso, las palabras también tienen un poder sanador, y es necesario darnos permiso para usarlas.