
Hay momentos en la vida en que el alma se cierra, no por maldad, sino por agotamiento. Por heridas que aún duelen, por silencios que pesan, por días que parecen no tener sentido. En esos momentos, la gratitud no surge como emoción espontánea, sino como decisión consciente. Como acto de fe. Como semilla que se planta en tierra seca, esperando que algún día florezca.
Tu amigo Israel Meza, que Dios te bendiga siempre y recibe un fuerte abrazo.