
En este primer capítulo de nuestra serie sobre la Guerra Fría, exploramos los eventos que marcaron el inicio de este intenso período histórico. Comenzamos con el final de la Segunda Guerra Mundial, un momento en el que Estados Unidos y la Unión Soviética, aliados contra el nazismo, empezaron a chocar por sus visiones opuestas del mundo.
Nos remontamos a los orígenes de la rivalidad, desde la Revolución Rusa y la intervención occidental contra los bolcheviques, hasta la Gran Depresión y el ascenso de Stalin en la URSS. Durante la guerra, la alianza entre las potencias fue frágil: aunque colaboraron para derrotar a la Alemania nazi, las diferencias ideológicas y las ambiciones territoriales de Stalin generaron tensiones.
Analizamos las conferencias clave, como Teherán, Yalta y Potsdam, donde líderes como Stalin, Truman y Churchill intentaron definir el futuro de Europa. Sin embargo, los desacuerdos sobre el destino de Europa del Este, especialmente Polonia, evidenciaron la desconfianza mutua. Stalin buscaba asegurar una zona de influencia soviética, mientras que Occidente promovía la democracia y las elecciones libres.
El episodio también aborda el impacto de la bomba atómica, cuyo uso en Hiroshima y Nagasaki no solo puso fin a la guerra con Japón, sino que también marcó el inicio de la era nuclear. Este evento, junto con el espionaje y la carrera armamentística, intensificó la rivalidad entre ambos bloques, consolidando la Guerra Fría como un enfrentamiento global entre el capitalismo liderado por Estados Unidos y el comunismo encabezado por la Unión Soviética.
Sentados, de izquierda a derecha: Winston Churchill, Primer ministro del Reino Unido, Franklin D. Roosevelt, presidente de los Estados Unidos, y Yósif Stalin, dirigente de la Unión Soviética.
Foto: AP